¿Alguna vez te has sentido perdido? ¿Desbordado por la vida? Tienes momentos en los que te invade el desinterés, la falta de motivación o el entusiasmo. Y quieres acallar esta sensación pero no sabes cómo hacerlo. Momentos en los que te sientes compañero de la soledad e ¿intentas escapar de esta sensación a toda costa?
La parte de ti que intenta hacer feliz a otros
Puede que en tu día a día intentes esconder esta parte de ti y te muestres divertido, alegre y risueño con tus amigos, familia. Pero cuando vuelves a casa, esta parte de tu personalidad se disipa.
Te muestras alegre, bromista, sociable pero en realidad se trata de un mecanismo de defensa que has aprendido. Mostrando esta parte de ti, no es necesario ahondar en otras más profundas. Te quedas en esa superficie que parece contentar y hacer feliz a todos, e incluso a ti te hace feliz durante cierto tiempo.
Y es maravilloso, esta habilidad que has desarrollado es tuya y es admirable, hacer la vida más feliz, la tuya y la de los demás es todo un arte. Detrás del humor hay mucha inteligencia, pero no puedes olvidar trabajar otra parte de ti que también reclama atención. Esa parte que te duele, en realidad lo que te pide es atención, trabajo y comprensión.
La parte de ti que no escuchas
¿Te duele pararte a escuchar tus propios pensamientos y emociones? ¿Te cuesta pasar tiempo solo? Y por eso intentas parchear este dolor, poniendo ruido que provoca que no escuches la melodía de tus pensamientos.
Prefieres pasar tiempo fuera de casa, siempre haciendo cosas o escuchando algo o a alguien que no sean tus propios pensamientos y emociones. Quizá el tiempo que pasas en casa, solo, intentes no estarlo por ejemplo: te pongas videos o escuchas algo para sentirte acompañado por alguien más que no sean tus pensamientos. Te sientes insatisfecho.
Tenemos una buena y otra mala noticia. La buena, es que no tendrás que escapar más de ella, la mala es que tendrás que enfrentarte a ella para solucionarlo.
Tenemos una buena noticia
¿Has escuchado la famosa frase «haz lo que temas y el temor desaparecerá»? Hemos hecho nuestra propia adaptación, aunque la anterior también es válida esta se ajusta más a tu situación:
«Enfrenta lo que tienes dentro y el dolor desaparecerá».
Es importante disfrutar de los placeres, pero hay que tener presente, valorar cuándo estamos sucumbiendo a la tentación en perjuicio de nuestro bienestar futuro; en lugar de disfrutando de manera consciente y en consonancia con nuestros objetivos.
Por eso, te proponemos para la próxima vez que te sientas aburrido. Intenta sentir ese aburrimiento de verdad, obsérvalo y encuentra que se esconde detrás de él.
Te proponemos un ejercicio
¡Para! Concédete ese tiempo para explorar qué hay dentro de ti. Es probable que como tu tendencia habitual es a hacer todo lo contrario, al principio te cueste y te sientas más agitado: es normal. Ponte cómodo, puedes sentarte con la espalda recta o mejor, tumbarte boca arriba e intentar colocarte en una posición relajada.
Puedes probar a ponerte música relajante, es mejor que solo sea instrumental para que la letra de la canción no te desconcentre. Proponte mantenerte en esa situación 10-15 minutos, quizá te «alivie» el ponerte una alarma en ese momento que marque que has cumplido tu objetivo y ya puedes volver a «tu día normal».
Intenta focalizarte en tu respiración, es muy probable que a lo largo de tu día nunca te pares a fijarte en cómo está, salvo en aquellos momentos en los que se encuentra muy agitada. Quizá ahora es uno de esos momentos y se encuentra agitada, irás notando que cuanto más la atiendes, más se va calmando. Además, a medida que tu respiración se va relajando también irás notando como los músculos de tu espalda, cuello e incluso de tu cara se van destensando.
Puede que este momento de relajarte te permita darte cuenta de acciones que estabas realizando de manera involuntaria, ¿tenías la mandíbula tensa, apretada? ¿por qué?
Además de tus sensaciones corporales, te puede servir para darte cuenta de los pensamientos automáticos que vienen a tu mente: ¿con qué tema están relacionados? ¿Tienen sentido? ¿puedes hacer algo para solucionar esa preocupación?
Hay veces, que incluso te entrarán ganas de llorar cuando realices este ejercicio. Eso es perfecto: concédetelo. Llorar es otra manera que tiene tu cuerpo de expresarse y cuando se expresa le resulta más fácil relajarse.
Si has llegado hasta aquí o si pretendes realizar este ejercicio, hay algo muy importante que tienes que hacer al final: sonreír. Y que esa sonrisa vaya dirigida hacia ti mismo, por haberte concedido ese espacio y tiempo para ti.
¡Recordatorio!
La próxima vez que te notes acelerado y con una mala sensación dentro, recuerda cómo te ha hecho sentir este ejercicio y ¡Para! para escucharte. Recuerda que tus pensamientos y emociones a veces son como niños pequeños, traviesos y llenos de energía pero no son malos, solo necesitan un poco de atención y cariño.
«No hay que tener miedo a dar voz a aquello que llevamos dentro».
A veces valdrá con realizar este ejercicio, otras veces necesitarás derrochar esa energía de manera saludable por ejemplo, realizando ejercicio físico para favorecer entrar en este estado de calma luego.
De la mano de tu psicólog@ irás encontrando la manera de incorporarlo a tu día a día y cuál es tu mejor manera de hacerlo. Cuanto más lo practiques, más te entenderás y mejor te sentirás. ¡A por ello!