Creemos que necesitamos a alguien a nuestro lado, una pareja, para disfrutar de una vida plena. Y si bien es cierto que a un porcentaje elevado de la población nos gustaría tener a ese alguien especial, tenemos que diferenciar entre necesitar y querer o preferir. En otro post hablábamos de la importancia de la fase de duelo tras una ruptura emocional y comentábamos que uno de los riesgos era la dependencia emocional. Cuando se rompe una relación, una persona que no es dependiente emocional puede estar triste, puede llorar la pérdida, pero eso no le impide disfrutar de otras actividades y etapas de su vida, y consigue reponerse en un período de tiempo saludable. Una persona que sí padece este tipo de dependencia no soporta estar solo, tiene un miedo exagerado a la soledad y no concibe la idea de ser feliz sin alguien a su lado.
Una de las características de la dependencia emocional, es el miedo a la soledad y al abandono, que a su vez puede estar influido por una falta de autoestima. Si no nos valoramos como personas, ¿cómo vamos a soportar estar solos, conviviendo con nosotros mismos? En estos casos, tras una ruptura, por ejemplo, podemos sentir un vacío inmenso desproporcionado, exagerado y creemos que hemos perdido nuestra capacidad de conseguir esa felicidad por nosotros mismos. Y, dado a que uno mismo no cree que pueda conseguir ese mismo bienestar consigo mismo, aquí empezaría la búsqueda y la consecuente cadena de relaciones.
¿Cuáles son los síntomas de un dependiente emocional?
- Nos sentimos mejor con nosotros mismos si tenemos a alguien a quien querer y ese alguien nos corresponde. En el momento en que percibimos señales de riesgo sufrimos un elevado malestar.
- Pensamos que la felicidad solo la encontraremos en el amor y creemos que necesitamos a alguien a nuestro lado. Por esto, al terminar una relación buscamos a otra persona para reemplazar a la anterior.
- Nuestras ilusiones y nuestra felicidad depende de ese alguien y pensamos que no podemos vivir sin esa persona. Tenemos un miedo constante a perderle.
- Anteponemos a esa persona por encima de todo lo demás. Dejamos de priorizar nuestras ideas, necesidades, aficiones y/o familia, dando mayor importancia a las de la otra persona.
- Idealizamos a esta persona, pensando que lo bueno que tenemos es gracias a ella, y en muchas ocasiones no nos enamoramos de la persona real, si no de la imagen que nos hemos formado de ella.
Tenemos que aprender a amar desde el conocimiento y la aceptación -reconociendo sus virtudes y sus defectos- y menos desde la admiración. Con dependencia emocional no logramos disfrutar de las relaciones, nos enganchamos demasiado (incluso demasiado pronto, idealizando a la persona), y así perdemos la capacidad de ser felices por nosotros mismos o con los demás. Disminuir, para después eliminar, esta dependencia es posible siempre y cuando seamos nosotros mismos los que pongamos de nuestra parte y aprendamos a ser independientes (incluso cuando tenemos una relación de pareja). Nos sentimos impacientes y tenemos prisa por dejar de estar solos, pero para tener una relación sana, primero tenemos que tener una relación sana con nosotros mismos. Es fundamental que aprendamos a aceptarnos, querernos, priorizarnos, para después poder incorporar todo esto en nuestras relaciones, generando una relación de respeto, tolerancia y entendimiento mutuo.