¿Qué es el enfado y cómo podemos gestionarlo?

El enfado es una emoción básica y una reacción lógica ante situaciones que consideramos injustas, porque no conseguimos un objetivo o porque no se cubre una necesidad, y suele venir acompañado de críticas hacia los demás o hacia uno mismo. Se caracteriza por un incremento rápido del ritmo cardíaco y cuando la sentimos, experimentamos sensaciones subjetivas de tensión, rabia e irritación. Es una emoción útil y necesaria que, si la sabemos gestionar, nos aporta la energía necesaria para afrontar estas situaciones adversas y así poder actuar. Sin embargo, si no sabemos controlarla y la exteriorizamos, muchas veces actuamos de manera impulsiva y sin control. En este caso, disminuye nuestra capacidad para razonar y, en vez de solucionar el hecho, lo empeoramos.

¿Qué nos provoca enfado?

Todas las emociones están ligadas a nuestros pensamientos. Por esto, una situación determinada puede ser percibida o vivida de manera distinta según la persona. No hablamos, entonces, de situaciones en concreto, si no de los pensamientos asociados a ese hecho que pueden causar enfado. Por lo general, esta emoción surge cuando nos encontramos en situaciones que nos generan frustración o nos resultan desagradables, en las que somos o nos sentimos engañados. Nos aparece cuando no conseguimos una meta personal que nos hemos propuesto y creemos que tenemos derecho a ella y/o percibimos que por culpa de alguien ya no podemos conseguirlo, o cuando las cosas no se desarrollan como queremos.

¿Para qué sirve el enfado?

El enfado es una emoción natural y, siempre y cuando no se nos escape de nuestro control, es sana. Por lo tanto, no podemos prevenir una emoción primaria y básica, sino que debemos aprender a gestionarla adecuadamente. Un buen control del enfado puede aportarnos numerosas ventajas a la hora de solucionar problemas o sobrellevar situaciones: detectar y resolver los problemas y conseguir los objetivos. De lo contrario, una mala gestión del enfado nos impide percibir de manera adecuada la situación, lo que puede bloquearnos emocionalmente y puede derivar en otros problemas (laborales, sociales, o afectar en la calidad de vida en general).

¿Cómo controlamos el enfado?

  • Es importante saber si el enfado que sientes está justificado. En caso de no ser así, hay que trabajar la parte del pensamiento, las interpretaciones que tiendes a realizar en tus interacciones. En caso de que el enfado sea justificado, debemos aprender a interpretar la injusticia y expresar de manera asertiva nuestras opiniones, deseos e intereses, sin ofender a los demás.
  • Averigua por qué esa situación o persona te provoca irritación, y si no depende de nosotros, no podemos hacer nada para que cambie el hecho o la persona. Asume y trabaja con lo que sí depende de ti: la reacción, la interpretación y las futuras acciones.
  • Identifica las primeras señales del enfado. Conociendo esas sensaciones en tu cuerpo te ayudará a autorregularte, y así impedir que incrementen tus pensamientos negativos y las sensaciones físicas.
  • Si crees que el enfado te puede llegar a descontrolar, aléjate de la situación o de la persona que dispara esta emoción. Regúlate y pospón la resolución de lo que te preocupa para cuando sientas una menor intensidad del enfado.
  • No reprimas el enfado. Aprovecha el momento en que te sientas más relajado para expresar lo que te ha molestado usando una comunicación asertiva.

En vez de reaccionar de manera impulsiva o agresiva hacia el otro, y siguiendo el punto anterior, suelta la ira a través de un grito en privado, date una ducha fría, golpea una almohada o realiza ejercicio físico durante 20-30 minutos, por ejemplo.

Si el enfado afecta tus actividades diarias y no te crees capaz de gestionarlo, la terapia psicológica te puede ayudar  a controlarla y a mejorar tu calidad de vida.

 

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