En la vida nos encontramos con situaciones difíciles, acontecimientos traumáticos y obstáculos más o menos grandes que tenemos que aceptar y superar para seguir adelante. Y no sólo eso: deberíamos sacar provecho de estas dificultades y aprender de todas ellas pues, a su vez, nos ofrecen mecanismos de mejora para saber cómo afrontar futuras adversidades. Y esto es lo que se conoce como resiliencia. Como decíamos en el post anterior, la resiliencia es la capacidad de asumir, aceptar y aprender del dolor, sabiendo gestionar nuestras emociones y nuestras respuestas. Pero, ¿cómo conseguimos ser resilientes?
La resiliencia se puede aprender y desarrollar. Seremos personas más resilientes cuando aceptemos las emociones intensas en los momentos más duros sin huir de ellas, y sepamos sacar provecho a las adversidades para recuperar nuestro equilibrio.
Habilidades que adoptaríamos al ser resilientes:
- Saber escucharnos a nosotros mismos, comprendernos.
- Tener motivación en la vida, por seguir adelante con nuestro proyecto de vida, un plan existencial, a pesar del dolor y la frustración en momentos puntuales.
- Saber autorregular nuestras emociones. En momentos puntuales, ante las adversidades o situaciones traumáticas, aceptamos como algo normal el sentir emociones fuertes como pena, rabia o frustración. Somos conscientes de que esta etapa da paso a otra en la que tenemos que cambiar de actitud y regular nuestras emociones.
- Confianza en nosotros mismos: aunque hoy estemos pasando por un mal momento, esto pasará y seguiremos adelante.
Para adquirir estas habilidades, existen una serie de hábitos que podemos incluir en nuestro día a día para ser resilientes:
- Sé realista: intenta dar la importancia justa a los problemas, es decir, no exageres su magnitud y evita los pensamientos catastróficos.
- Recurre a pensamientos constructivos, piensa de forma realista y no te tortures buscando el “por qué” de las cosas. Toma decisiones de manera racional sin que el pasado o los remordimientos influyan, y sin dejarse llevar por los impulsos, centrándote en cómo superar o resolver esa adversidad. Los problemas no duran eternamente, acaban pasando y acabas aceptándolo y superándolo.
- Sé consciente de las emociones básicas y no te avergüences por sentirlas en momentos determinados.
- Crea un círculo de relaciones sólidas, compuesto por amistades cercanas y familiares. Ellos son los que te apoyan y ayudan en las situaciones complicadas.
- A la vez, involúcrate en los problemas ajenos, presta atención a tu círculo de amistades cercanas y relaciones familiares. No te centres solo en ti mismo, de esta manera relativizarás la realidad.
- Establécete metas y objetivos realistas y enfocados a cambiar aquello que quieras que cambie. Incluye pequeños actos en tu día a día encaminados hacia aquello que quieras conseguir.
Aprender a ser resiliente es un proceso que quiere tiempo y autoconocimiento pero, una vez conseguido, nos podremos beneficiar de las ventajas en nuestro día a día y mejoraremos nuestra calidad de vida.