¿Cómo se consigue un cambio de mentalidad?

¿Por qué es importante realizar un tratamiento completo de cierta duración?

Un cambio de mentalidad o de actitud requiere constancia, pero puede conseguirse con el tiempo y con el apoyo adecuado. Muchas veces, impacientemente, queremos que sea rápido, pero ¿se puede cambiar de forma rápida nuestra manera de percibir, sentir y actuar ante la vida? Nuestra mente almacena experiencias, hábitos y valores a lo largo de nuestra vida. En un principio, actuamos de manera consciente –coger un camino determinado para ir a trabajar, adoptar una actitud frente a unas situaciones en particular- pero al cabo del tiempo, estos patrones se guardan en nuestra mente. Así acabamos actuando de manera automática: nuestra mente no actúa de manera consciente. Por lo tanto, cambiar nuestra forma de pensar, cambiar lo que nuestro cerebro tiene por costumbre, es un proceso complejo pero posible. Conlleva, por supuesto, constancia, esfuerzo y tiempo.

Sabemos que el cambio de mentalidad no es un proceso rápido ni sencillo. Si lo fuera, no tendríamos problemas de ansiedad, de pareja, de depresión. Si lo que buscamos son soluciones rápidas, podremos mejorar a corto plazo, sin que los resultados se mantengan en el tiempo (lo mismo ocurre con las dietas milagro). Pero lo que buscamos es conseguir hábitos, que nuestra mente se acostumbre a los pensamientos y actitudes saludables, y queden grabados para que no nos cueste realizarlos. Es decir, con tiempo, constancia y con las herramientas que nos ofrece el psicólogo, buscamos romper con los antiguos hábitos que de manera automática realiza nuestro cerebro (preocupación ante determinadas situaciones, inseguridad).

Entonces, ¿cómo conseguimos el cambio de mentalidad?

  1. El primer paso es conocer cada una de las tres áreas implicadas (cognitiva, emocional y comportamental). Para ello hay que llevar a la conciencia todo lo que nos sucede, siendo honestos con nosotros mismos y con nuestro terapeuta.
  2. El siguiente paso es conocer los mecanismos por los cuales nos sucede lo que nos sucede, pensamos de la manera en la que lo hacemos, o actuamos de ese modo. El psicólogo, en este punto, explica lo necesario para que comprendamos por qué se mantiene la ansiedad, tristeza o las dificultades.
  3. A partir de aquí, el trabajo se centra en conseguir los objetivos propuestos. El psicólogo, no tiene una varita mágica para que nuestra mente cambie de la noche a la mañana, pero sí tiene las herramientas y estrategias necesarias que nos permitirán modificar aquello que nos impide conseguir lo que queremos. Como explicábamos, esta es la parte compleja, la parte larga: nuestra mente debe desaprender aquello a lo que está acostumbrado y aprender nuevos hábitos. ¿Cómo? Practicando, hasta conseguir que se automatice dentro de nuestra manera de reaccionar y actuar.
  4. Por último, una vez entrenados e incorporadas las herramientas, pasamos a la fase de seguimiento. En este punto, el contacto con el profesional es más dilatado (en  nuestro caso al mes, a los tres meses y a los seis meses de finalizar la intervención  y llevar a cabo el plan de acción), con el objetivo de mantener los resultados y afrontar las dificultades que pueden presentarse. Así se consigue que los resultados obtenidos se mantengan a largo plazo, evitando recaer en los antiguos hábitos y retomar la terapia psicológica.

 

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