Muchas veces sufrimos por nuestros propios pensamientos negativos: exageramos, dramatizamos o nos anticipamos a los hechos. Nuestro estado de ánimo depende, en muchas ocasiones, de nuestros pensamientos, de cómo interpretamos lo sucedido, y no de lo que realmente está ocurriendo.
¿Cómo se diferencian los pensamientos irracionales de los racionales?
Para saber si los pensamientos están controlando nuestra mente, debemos diferenciar entre pensamientos racionales e irracionales.
Los pensamientos irracionales producen emociones intensas – “me han despedido porque no valgo”-. Exageran las consecuencias negativas de un hecho, y no sirven para alcanzar metas u objetivos.
Un pensamiento irracional, entonces, suele ir acompañado de términos absolutistas, “nunca lo conseguiré”, “jamás encontraré trabajo”, “siempre me equivoco”. Entonces recibimos respuestas emocionales muy desagradables, sentimos rabia, dolor, culpabilidad.
A diferencia de los pensamientos racionales, que sí suelen ayudar y motivar a conseguir esos objetivos: “me han despedido, pero eso no quiere decir que no vuelva a encontrar trabajo”. Los racionales están basados en hechos, por lo que se corresponden con la realidad, y, por tanto, producen emociones de baja intensidad.
El pensamiento racional no es sinónimo de positivo, ni un irracional lo es de negativo. Un pensamiento irracional también podría ser: “soy la mejor en mi trabajo”. Para conseguir tener pensamientos racionales es importante que nos comuniquemos de manera consciente con nosotros mismos.
¿Cómo logramos un pensamiento racional?
Para evitar caer en pensamientos irracionales, debemos racionalizar. Es decir, cuestionar nuestros propios pensamientos y ponerlos en duda, y ver si hay diferentes posibilidades más realistas más realistas que se ajusten a la evidencia.
¿Cómo? Comunicándonos de manera realista con nosotros mismos, para lo que es muy importante el lenguaje que utilicemos: “lo sucedido no me hace sentir ansiedad, son mis pensamientos los que me producen esas emociones”. También debemos ser conscientes de que esperar que algo o alguien sea diferente, es ir en contra de una serie de causalidades que han hecho que sea así, y además supone cambiar algo que no está en nuestras manos. La reconstrucción de estos pensamientos es algo que siempre se trata en las terapias psicológicas, que consiste en cambiar nuestra manera de ver el mundo.
Una pequeña guía para intentar controlar nuestros pensamientos irracionales sería:
- Evitemos las exageraciones inexactas: “Nadie me quiere”.
- Calculemos la gravedad de lo que está ocurriendo: “¿serían tan horribles las consecuencias?”
- Estos pensamientos, ¿me ayudan a cambiar algo? ¿Me sirven de algo?
Además de los ejercicios mentales que uno mismo debe realizar, las terapias psicológicas aportan herramientas que ayudan en esta práctica. En Clínicas Origen ofrecemos terapias personalizadas y adaptadas a cada caso. Nuestra terapia breve tiene como objetivo que la persona aprenda las herramientas psicológicas necesarias para recuperar el bienestar personal en un periodo corto de tiempo.